jueves, 17 de noviembre de 2011

Nuevas tecnologías

Creo que hace ya algún tiempo que viene siendo necesario hablar de un asunto tan actual como espinoso. Y me llama la atención que no se hayan alzado voces autorizadas, que las tiene el notariado, en medio del páramo del silencio y desde el mas profundo asombro para llamar las cosas por su nombre. O simplemente, para explicarlas.

Afirmo que vengo observando desde hace bastantes años que nuestro quehacer, me refiero al de los oficiales, administrativos y puede que también el de los subalternos, ha sufrido un profundo cambio sin que se nos haya ofrendado ni el por qué ni el hacia donde vamos. Si yo les digo que ya no es suficiente que conozcamos las diferentes partes de una escritura pública (obviaré aquí el detalle técnico-jurídico de la distinción entre escrituras y actas pues no es éste el lugar para aclararlo), que tampoco basta que controlemos escrupulosamente lo que yo llamo la circulación de los documentos matrices en el despacho notarial, o que sepamos indubitadamente cuando de un instrumento hay que deducir copias, autorizadas o simples, o testimonios, formalizar partes de diversa índole, y en suma, ese variado proceso creativo y creador, no les miento. Los conocimientos teóricos, lo que antaño cualificaba a un empleado, ya no bastan porque por se prioriza el manejo de las nuevas tecnologías. Lo malo es que para vestir un santo hay que desvestir a otro.

Quede claro que yo no soy una persona que esté frontalmente en contra de los avances (aunque me tengo que acordar con ocasión de estas reflexiones de la corriente del antimaquinismo, una de las manifestaciones más antiguas y virulentas de protesta obrera que se remonta a los tiempos de la revolución industrial) sino que mis escrúpulos se ponen de manifiesto cuando veo que la implantación de los medios mecánicos está absolutamente priorizada sin justificación alguna salvo eso que se denomina arcanamente "el progreso".

He de confiarles que los empleados más jóvenes en nuestros despachos no tienen ningún reparo ni pudor en comenzar su jornada laboral introduciendo una tarjeta de plástico en una ranura; a continuación teclean una clave numérica (o alfanumérica, que también las hay) y acceden a lo que alguien ha venido a bautizar como “menú” (vamos, como el que tiene ante si la carta de un restaurante). Hechas estas manipulaciones ya disponen de una pantalla de ordenador en blanco y pueden desde el punto de vista técnico comenzar a crear documentos. A lo que hemos llegado! Y quien comprueba si realmente dominan la teoria antes de que se lancen a echar documentos al mundo? Resumo por si aún no han captado mi preocupante mensaje: los empleados de notarías cada vez saben menos derecho; se salvan los que tienen estudios por supuesto. En otro tiempo ningún empleado ponía sus manos encima de una máquina de escribir si no había superado un curso de mecanografía y por supuesto tenía los conocimientos suficientes para ponerse a escribir sobre algo concreto. Pues esto es lo que denuncio, cualquiera se sienta ante un ordenador como el que navega por internet y puede ponerse a escribir lo que le venga en gana. Y esto puede pasar en una notaría.

Les confieso que mi ánimo decae cuando veo las reacciones que reciben a veces las advertencias que con insistencia vierto: ¡mimad las formas! ¡respetad las formulaciones tradicionales! ¡cuidad el secreto del protocolo! Porque, a todo esto ¿a dónde va toda esa información de la que disponen por mor de su trabajo y vuelcan (y alli se revuelca informáticamente) al espacio exterior del mundo de la tecnolgía? Siempre he de recordar esto y no se me agradece suficientemente. Resumo también aquí: los empleados cada vez conocen menos de los procedimientos clásicos porque sus mentes han sido abducidas por los gurús de la informática.

Tampoco les extrañará, queridos confidentes, que mi máquina de escribir, mecánica por supuesto, sea ninguneada oprobiosamente cuando la informática y eso que llaman “las redes” falla y la notaria se atasca. No me embarga mayor satisfacción profesional que la de teclear con ritmo casi marcial mi querida “Underwood” cuando ya se oyen carreras por los pasillos y oficiales y oficialas buscan al causante de ese pandemonium de pitidos de servidores, estabilizadores y terminales. Ellos, dale que dale a lo suyo, en ese fragor harto improductivo mientras mi humilde persona, sola ante la demanda más rabiosa, se erige en el faro que arroja la luz de la fé pública sobre la penumbra que se cierne sobre el tráfico mercantil (o civil, podría ser) cuando la red eléctrica calla. Conclusión: si los ordenadores se vienen abajo parece que ya no importa el trabajo por hacer, la única misión es recuperar el funcionamiento de las cosas. Esto es el mundo al revés; las formas por encima del fondo.

Cuando los acontecimientos se precipitan y yo sigo en mi escritorio enarbolando la bandera del notariado, y si tengo la paz necesaria para terminar un documento mientras los paladines de la tecnología no producen, yo entro con íntima satisfacción en el despacho de Don Zoilo y le hago entrega formal y humilde del producto de mi ingenio y de mis pobres medios: por ejemplo, una escritura de poder especial materializada en dos folios (que es lo que ocupan tres caras y media incluidas las advertencias legales en materia de protección de datos). Todo escrito a máquina. Es que necesito un ordenador? Nadie quiere contestarme a esta pregunta con sinceridad...

Yo conozco muy bien a Don Zoilo, que es tan poco dado a los halagos explícitos como devoto cumplidor de los deberes del cuerpo al que pertenece (continuando la tradición que comenzara hace ya más de un siglo su abuelo Don Crescencio y continuara después su padre Don Almiro, “Tres generaciones al servicio de la fé pública” reza su blasón) y se que valora altamente mis esfuerzos; por ello no malinterpreto su silente obrar con respecto a mi trabajo. Él sabe muy bien que dejo a otros empleados más pujantes y ambiciosos la gloria que dan las escrituras de préstamos hipotecarios y otros documentos de generoso ingreso para el notario, y que me conformo con la callada aprobación que mis pulcros poderes y demás documentos que caen bajo el número 1 del Arancel obtienen de su parte. Detrás de un gran hombre siempre hay un subalterno leal dispuesto a inmolarse para gloria de su Caudillo. Yo no pasaré a la historia pero quizás él si lo haga.

Entenderán, igualmente, mis adeptos lectores, que a estas alturas del partido (como se dice ahora) carece de sentido seguir con esos seminarios mecanografía que hace algunos años yo impartía con cierto éxito aunque sea inmodesto decirlo asi. He de traer a colación aquí a cierto gestor administrativo de Madrid, que a mediados del siglo XX y sirviéndose exclusivamente de su máquina de escribir creaba verdaderos noticieros que permitía a los notarios de todas las provincias, plazas e islas de España conocer todos los pormenores de máximo interés para su oficio: oposiciones, concursos, jubilaciones, traslados y alguna defunción; en suma, la actualidad del escalafón. En cambio ahora, cuando hace algunos años que nuestro benefactor pasara a mejor vida, sus escritos de antaño son emulados usando con profusión la herramienta informática del “cortar y pegar”. Y así se pierde la prosa, se pierde el verbo, se pierde la hondura de las cosas bien hechas. Una vez mas afirmo que los avances han sepultado a la maquina de escribir.

Llegado a este punto he de comentar un incidente ciertamente desagradable. No se me puede pedir que me lo tome con humor, y no sé donde lo puede tener porque la jornada laboral del infausto dia de autos se inició en medio de un insolidario rumor con fondo de risitas. Lo cierto es que al llegar a la notaria cierto lunes me encontré mi “Underwood” en estado de haber sido víctima de una verdadera orgía: yacía volcada boca abajo sobre mi escritorio, le habian quitado algunas teclas de baquelita, le habia sido arrancada la cinta de tela y debajo del rodillo mostraba un folio de papel blanco con un grosero montaje de la fotografía de una señora pechugona pegada en una calificación del Registro Mercantil con el ignominioso texto (me temo que escrita con mi Underwood poco antes de ser deshonrada) “por aquí me paso yo las calificaciones, nene”. Y para rematar y si no fuera bastante todo lo anterior, tenía un chicle pegado encima de la tecla de la letra “ñ”. Mi modesto olfato criminalístico me ha llevado a buscar a los autores de esta fechoría para desenmascararlos una vez que por parte de los estamentos oficiales del notariado (a quienes me dirigí con verdadera preocupación) recibiera un no rotundo a mis peticiones de obtener una reparación del daño material y moral sufrido por mi persona; por lo visto no les preocupan estos hechos vandálicos que nadie sabe si podrían repetirse o incluso ir a más.

Apuesto por la tesis de que los culpables (hablo en plural pues deben ser necesariamente más de dos; tanta maldad no cabe en una sola mente) podrían bien ser subsaharianos o asiáticos pues unos y otros ni usan ni conocen la letra “ñ” y en su ignorancia la desdeñan porque les parecerá un signo sospechoso o de misterioso significado; el ultraje de la letra “ñ” es la que considero la pista mas caliente en mi investigación. Y como además me desapareció una lata de cacahuetes que estaba apenas estrenada muy posiblemente tendrían hambre o al menos ganar de picar entre horas estos desgraciados.

Aunque Yenifer, la señora que limpia la notaría por las tardes tiene un cuñado en Melilla y eso podría establecer cierto nexo de complicidad por su parte (es decir, ser un indicio de la eventual implicación de una célula fundamentalista del Rif) no la creo capaz de cooperar en esto que es más que una gamberrada, si es que centro mis sospechas en personal de la casa, una vez descartados todos los españoles. Por otra parte me cuesta imaginar cómo pudieran haber irrumpido en este sagrado despacho un comando de malayos, uzbecos, búlgaros o norcoreanos.

En cualquier caso sigo alerta mientras no se esclarezcan los hechos como también sigo desconfiando permanentemente, para qué negarlo, de la calidad de los ordenadores de la notaría pues provienen todos de Asia. Todos están hechos con plásticos baratos y se rompen, como por otra parte es normal si pensamos en que esos pueblos basan su alimentación en el arroz y en las dietas blandas. Sus cuerpos son enjutos, están mal desarrollados y su cerebro es más pequeño que el nuestro porque comen mal. Donde no hay alimentación de calidad tampoco puede haber producción industrial de calidad, y no soy yo el primero en acuñar esta teoría económica. Me temo que no contentos con vendernos sus ordenadores nos acabarán llevando el mantenimiento informático esas tiendas de chinos que no respetan los domingos y fiestas de guardar. Mientras esta gente esté cerca toda máquina de escribir esta en peligro de ser eliminada. Y las fuerzas del mal irán alcanzando sus objetivos.


Para terminar con las consecuencias de la ofensa he de añadir que Don Zolio no puso (ni va a poner ya) ningún interés buscar a los culpables, y se lo pedí con insistencia; si actuó asi fué sin duda para aliviar mi pena y mi dolor, que fueron tan grandes que incluso falté al trabajo dos días laborables debido a la depresión que sufrí por estos hechos. El asesor laboral de la notaria, para mi de forma absurda e incomprensible, no entendió que mi depresión fuera real (mencionó algo de un parte del médico de cabecera, ni que yo estuviera verdaderamente enfermo o fuera un blandengue que se pone malito cada dos por tres) y descontó de mis haberes de ese mes dos días. Supongo que me acordaré de este feo detalle el dia en el que decida hacer testamento si es que se le ocurre elegir nuestra notaria para hacerlo, claro está. Uno, como se suele decir, olvida, pero no perdona.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Mi primera guardia

El reloj da las 8:00 en punto. Bien. Es la hora.

Me presentaré. Me llamo Cosme Aguado Mingo y soy oficial de notaría.
Voy a dar comienzo a mi primera guardia. Bueno, quien realmente está de guardia es Don Zoilo, mi Jefe, quien ha tenido a bien delegar en mí el desempeño de la guardia, de modo que seré yo quien la haga por él sin perjuicio de que si ocurriera algo trascendental o relevante le daré aviso de forma inmediata. Yo ejerceré de segundo de a bordo y soy consciente de que no deberé molestar al capitán sino en los casos de máxima importancia.

Me gustaria estar a la altura de los que se espera de mi.

Como es normal cuando se avecina una hora estelar, yo tenía una idea de lo que sentiria cuando llegara este momento; pero ya da igual si se cumple o no; segundos fuera.

Estoy, sin duda, solo ante los retos y con una alta responsabilidad. Y espero dar la talla, insisto.

Tomo asiento en el sitio que he escogido para pasar las proximas 48 horas en la alerta más intensa de que sea capaz. He hecho bien en planificarlo todo pues cuando esto comience –lo ha hecho ya- no podré distraerme con cosas de menor rango. Asi es que está todo previsto, dispuesto y a mano: víveres, agua (es fundamental no deshidratarse durante los esfuerzos continuados), medios técnicos (maquina de escribir mecanica, que son las fiables) y de comunicación; pilas, cerillas, en fin, todo eso que diferencia a un hombre probo y planificador de un irresponsable. Y para el uso profesional, por supuesto, lo tengo todo listo: papel timbrado, papel común para las notas y escritos informales, bolígrafo de color azul (ya se sabe, las falsificaciones tan de moda al fotocopiar en color las copias de las escrituras), lápices de varias durezas, goma de borrar, tipp-ex para esas lamentables erratas de escritura, post-it amarillos (dudaba entre éstos y los rosas, más visibles a la luz crepuscular del final del día), tarjetas de visita con mi nombre y mi rango de oficial. También me he permitido hacer una fotocopia (plastificada) del carnet profesional de mi Jefe y que le identifica como notario del Ilustre Colegio de Madrid. Las cosas, como son: la autoridad siempre tiene que identificarse y no ha de ser menos llegado el caso, en este caso. Y finalmente, el teléfono: en plena carga y con perfecta recepción de la señal telefónica.

8:12 horas. Miro por la ventana, y veo que sigue lloviendo intensamente. Caigo en la cuenta de que lo viene haciendo desde hace algunas horas; posiblemente haya llovido toda la noche.
Estare pendiente de la lluvia pues no soy ajeno a los estragos que el agua puede ocasionar.

8.32 horas. Tranquilidad absoluta. Pienso, distraída y algo frívolamente, que solamente estoy conectado al mundo por una sencilla linea telefónica. Y si fallara por una caida de red o la maniobra de unos sediciosos? He leido que una lluvia de grafito, es un ejemplo, puede anular las lineas telefónicas. Busco con la mirada el aparato de telefax, que podria ser el remedio de urgencia por si fallara el teléfono, pero no me quedo del todo tranquilo.

En fin, confiaremos en la providencia. Y acaricio el Reglamento Notarial; es la roca a la que me asiré cuando las cosas se pongan cuesta arriba. Un buen reglamento, la herramienta más definitiva!

9:07 horas. Un ligero rumor de tripas me ha llevado a comprobar el inventario de víveres. Veo que estoy bien dotado (vaya) y creo que me puedo permitir comerme una bolsa de patatas fritas; sí, es el momento de concederme una ración de hidratos de carbono. Mientras doy cuenta de la fritanga me estudio la información nutricional que viene en la bolsa y me quedo tranquilo; he tomado una buena decisión. Con lo que no me quedo tan tranquilo es al comprobar que mi vista ha empeorado. Y lamento que me tenía que pasar en plena guardia, cuando nueve notarios confían en mí porque su prestigio pende de mi certera actuación; y más de cien mil personas se hallan en estas horas bajo mi custodia notarial y yo compruebo que empiezo a sufrir las secuelas de la pérdida de visión. Tendré que aguantar, sin duda. Ah, tambien tengo que lamentarme de una infortunada mancha de grasa que he causado en la hoja en la que esta programado el cuadrante de las guardias; hay otras manchas no menores en la hoja oficial del señor Delegado del Distrito comunicando el día D y la hora H para comenzar con el turno de guardias. Vaya cochinada, lamparones en documentos oficiales.

Bien, esto podía pasar pero no me gusta pues indica cierto relajo de la guardia; es más, pienso que alguien podría entrar en cualquier momento en mi estancia, no sé, un inspector del Colegio o un emisario del Ministro de Justicia con la finalidad de comprobar la intensidad del desarrollo de la guardia y francamente no se que explicación razonable podria dar si se me preguntara por las manchas de grasa. Decido recoger todo, limpiar los restos de gominolas que debido a algún infortunio involuntario impregnan la cubierta del Reglamento Notarial y veo que la papelera ya está medio llena, y todavia no son las diez.

10:41. Visita al baño, corta pero necesaria. Micción de aspecto normal; no sufro especialmente en el esfuerzo. Un médico adscrito al turno estaría tranquilo al saber que la guardia se ejerce por personas sanas. Sin duda, hice bien en adelantar la consulta odontológica esta semana; lo compruebo en el espejo y veo que mi mordida es buena, la de un hombre en agraz.

Al incorporarme a mi puesto veo que he estado casi tres cuartos de hora en el baño, algo excesivo si soy honesto. O se dice honrado? Bueno, tengo que reprimir algunos impulsos, y si es necesario descuidar la salud, sea, pero nunca desatender la guardia.

11:23 Echo una mirada distraída al teléfono y compruebo que tengo dos llamadas perdidas! Alarma! Cómo ha podido suceder? La primera llamada debió de entrar cuando estaba tirando de la cisterna y por tanto me hallaba subiéndome los pantalones, tarea que exije alguna precision y concentracion. La segunda, y esto sería difícil de explicar ante un tribunal o un jurado popular, sólo pudo sonar mientras estaba recordando el himno del Ejército del Aire que me parece que he entonado (en La mayor, por cierto) demasiado alto, también en el baño. Recuerdo ahora y no se a cuento de que viene que nunca llegué a aprobar el examen para ascender de soldado a cabo pero si esto sucedió es porque me estarian reservados planes más altos en aquellos días en los que serví a la patria.

A todo esto, me dispongo después de un cuarto de hora, que es lo que he tardado en asegurarme de la certeza de los hechos acaecidos, a comprobar qué llamadas he desatendido y me quedo tranquilo: ambas son de bienvenida a un programa de puntos del operador telefónico. Falsa alarma, y me como un puñado de cacahuentes para relajarme.

11:44 Sigue lloviendo. Saco el mapa de la región norte de la Comunidad y veo que hay varios embalses en mi demarcación. Aunque conozco bien la zona de Rascafría, por ejemplo, pienso que podría tener problemas por la zona de Buitrago. Vengo, además, a darme cuenta de que no tento un vehículo todo-terreno sino un coche más bien normal. Tampoco quisiera llamar la atención si llegado el caso me tocara atender una emergencia en una localidad para mí nueva y se me viera llegar en un coche ciertamente llamativo; bueno, tampoco tengo otro que este que por cierto es de fabricación española, de Almusafes para ser exacto. Bueno, esto implica que tendré que improvisar si al final hubiera que atender algun Acta de presencia por desbordamiento de cauce o de inundación de los bajos de alguna lonja o de depósito (archivos históricos o de la curia por ejemplo) pero quiero creer que Don Zoilo se presentaria con su coche de caza, que suelen ser los mas camperos.

12:00 Después del rezo del Ángelus, a la hora en punto, que hago como Te deum, siento algunos retortijones que achaco al bocadillo de sardinas que tuve que comerme después del incidente de las dos llamadas perdidas. Me calmó comprobar que tengo un rítmico y coordinado ejercicio de los dos maxilares a la vez que (no lo comente antes?) comprobaba fácticamente la perfección de mi mordida. Quizás no debería haberlo regado con el zumo de naranja que estaba algo agrio para mi gusto. Claro, como no tengo provisiones de azúcar pasa lo que pasa; espero no echarlas en falta en las próximas horas... Nadie es perfecto ni lo he previsto todo. Tampoco es que sea Don Cristóbal Colón cruzando los mares, pero en fin.

12:11 Segunda visita al baño; ya me he liberado de las sardinas y mi estómago está aliviado, aunque ahora siento cierto hueco. Lo calmo con el resto de la lata de cacahuetes que venían de regalo con la caja de cien CD-R que adquirí esta semana para la notaria. Copias, copias de seguridad; cuántos documentos se pierden por imprevisión dicen los técnicos. Yo me fumo un puro pues como no uso ordenador, a mi plin!

12:23 Corta (pero intensa) visita de mi mujer con las niñas. Me halaga ese detalle aunque seguramente no sea muy ortodoxo. Las niñas no han estado a la altura de lo que les pedí y jugando (a qué jugaban?) han roto el cable del cargador del teléfono de guardia. Grave contratiempo! Bien, trataré de arreglarlo con lo que haya en el botiquín: tiritas, unas vendas, ya veré.

Mi mujer, que me ve tenso y caminando algo encorvado, me indica que me relaje un poco y le hago caso, asi es que echo una cabezadita en una chaise-longue que hay en la estancia. Además, el bocadillo de panceta que me ha traido (y me he comido) me ha dado sueño. Quizás no debería haber tomado sino una cerveza en vez de las tres que ingerí, o incluso algún refresco sin gas; pero no me veran tomar una de esas bebidas energéticas y brebajes de padre desconocido que engullen a litros los pujantes monitores de gimnasio.

En cualquier caso, siento que ahora tengo demasiado aire en mis intestinos y la posición de tendido prono me alivia. Por cierto que la tela del sillon cama huele a moho. La serie de estornudos que me provoca es inevitable.

13:10 Ya se marchó mi mujer hace un rato y sigue lloviendo. Me doy cuenta, oh Dios mío, que no encuentro el teléfono móvil de la guardia. El fax sigue en su sitio pero esto no me calma. De modo que empleo el teléfono fijo para llamar al 112, en donde no me pueden atender debidamente por lo que acabo exijiendo un poco de profesionalidad; definitivamente, mi llamada no recibe el eco esperado. Lo mas chocante es que al poco rato de colgar recibo una llamada de la Guardia Civil en relación con mi llamada al 112, y tengo que exponer que todo se debe a un malentendido pues mi encendida explicación del problema que atravesaba (cuando llamé al 112, que para eso está pienso yo) se ha entendido como una llamada de broma (para bromas está el día, caray). Además, parece ser que el interlocutor que me atendió (por decir algo) era subsahariano y ha alegado en su queja a la benemérita que le he faltado al respeto y a su dignidad; debió de tomarse a mal mis alusiones a la proverbial y por todos conocida falta de higiene en el magreb; reconozco que yo no tenía que haber mencionado a su madre pero el comenzo tuteándome y esto no es de recibo, me parece a mi; asi es que uno se defiende cuando le provocan. Se me indica por el agente que el lunes pase por el cuartel a firmar un pliego. Creo que tendré que informar de este incidente y de forma inmediata a mi Jefe y al señor Delegado del Distrito, que sabrán desempañar cualquier sospecha en torno a mi; sera bueno que me acompañen al cuartel para reforzar las garantías del Estado de Derecho y dejar en buen lugar al Ilustre Colegio al que servimos.

13:33 Sigo pensando en qué hacer por si se reciben llamadas de emergencia pues es lógico pensar que las emergencias se comunicaran por este medio y no presentándose alguien en mi despacho provisional. Me temo que mi mujer debe de estar en el IKEA pues no atiende mis llamadas; recordemos que es sabado y ella suele acudir esos dias a los hiper con la esperanza de descubrir entre la masa consumidora algun futbolista u otra clase de famosillo.

Lo más grave es que llamo con movil personal al teléfono de guardia (creo que no hago ningún mal en hacerlo pues de hecho yo estoy de guardia, asi es que solamente yo podría atender esa llamada, pero como no tengo el teléfono no la puedo atender yo mismo en este momento; un lío, vamos) y me ha respondido un señor con marcado acento suramericano al que ordeno inmediatamente devolver el teléfono al lugar que le corresponde; me contesta de forma atropellada, hablando muy rápidamente y me despide mencionando algo relacionado con la concha de mi madre. Por esta expresión concluyo que debe de ser pescadero en paro y posiblemente seguidor de algun telepredicador sudaca; me pregunto qué hace en el IKEA un sábado un indio tan corto de luces como falto de declamación, con el trabajo que hay en las pescaderias de mi barrio los sabados de cuaresma por la mañana!

Nada mas cortarse la llamada me llama mi mujer y me pide permiso para que y a cambio del pago de cierta cantidad de dinero pueda recuperar de forma amigable el teléfono que tiene en su poder un tal Héctor-Hugo. Sopesando rápidamente la gravedad del asunto le doy el placet y el teléfono vuelve de este modo a manos seguras, catolicas, apostólicas y romanas.

Mi mujer también aprovecha para decirme que acaba de recibir una llamada de un señor de la localidad de “YYY” (omito su nombre por no ser indiscreto) en relación con un testamento de su anciano padre. Ella tuvo que explicar que era la esposa del funcionario de guardia y que me informaria del suceso. Le digo que lo evaluaré detenidamente.

Parece, por lo que acierta a decirme en ultimo lugar, que el saldo de la tarjeta prepago del teléfono de las guardias está en las últimas, asi es que me temo que el pescadero del cono sur debió de hacer uso para llamar a alguna querindonga suya o a su telepredicador; todo se complica.

14:55 He recuperado el teléfono, pero tuvo que intervenir la fortuna. Parece que me había dormido cuando llegó mi mujer que me traia el aparato; sin duda se debe a los pacharanes que me regale despues de la comida. Además, creo que ha sido un error repetir fabada; con un plato habría sido suficiente, y estando como estaba frío (aquí no hay fogón) ya hubiese sido una heroicidad tomarse solo un plato. El sopor hizo el resto.

15:12 Me ha costado bastante adecentar el teléfono de guardias que llegó a mis manos en un estado lamentable. He limpiado la grasa y despejado la pantalla; el incidente inesperado es que lo que yo creía que era un limpiador inocuo tipo "misterproper" (que habia por aqui con los utiles de limpieza) es en realidad un abrasivo del plastico, de modo que la pantalla del teléfono ahora es opaca; aunque está desinfectada, las cosas como son. La tapa abatible será mejor no darle mucho uso pues una de las dos bisagras ya no existe. La calidad de los plásticos chinos ha quedado en evidencia. Al igual que la honorabilidad del señor Héctor-Hugo.

Decido introducir el terminal en una bolsa de plástico (donde antes había unos orejones, pero me parece que está limpia).

15:14 Me vuelven a llamar justo cuando estaba embocando la botella de yogur bebible a modo de anticipo de la merienda; la mesa de la guardia ha quedado hecho un cristo. En el sobresalto (la llamada era inesperada) me atraganté, tosí repetidas veces y casi vomité; atender todo esto y a la vez tratar de posar la botella de yogur en la mesa es tarea de relojero suizo; de modo que ésta quedó a caballo entre la Playstation de mi hija mayor y el paquete de galletas de chocolate que –abierto- estaba a punto de inaugurar, y todo el contenido se ha vertido. Protocolo de daños: más manchas en el oficio del Delegado, ruina de las galletas y pérdida del yogur.

Pero logro retener la llamada de teléfono que interpreto como excesivamente exigente y me explico. El tono del interlocutor, sospechosamente irritado de entrada, está fuera de lugar. Y el fondo del asunto tampoco me merece muchas garantías pues se me informa del agravamiento de la salud de un señor (cuya edad no me concretan pero deduzco debe ser mayor pues el que me llama dice ser su hijo y este ya me parece entrado en años por su imperfecta pronunciación; o puede ser que use dentadura postiza), al parecer el padre del dicente, deseoso de otorgar testamento para el que se requirió la presencia de notario hace algunas horas.  Le tengo que explicar en primer lugar que yo no me he movido de mi puesto de guardia (no creo conveniente informarle del pequeño incidente con el extravío del teléfono que es un detalle de intendencia menor) y que aquí no se ha presentado nadie en todo el día. Y que, en segundo lugar, no me gusta la interposición de personas, así es que le invito a que me ponga al teléfono a su señor padre para que le pueda interpelar profesionalmente en cuanto a la legitimidad de sus supuestos deseos de testar.

Después de un largo silencio, que aprovecho para echar un rápido vistazo a mi escritorio (lo que queda de el pues me cuesta reconocerlo) se pone al telefono otra persona y que manifiesta ser concejal de algun area social y que “la cosa no se va a quedar así”. Esto de no llamar a las cosas por su nombre sino dejarlas abstractamente en “cosa” suele ser lenguaje de presuntuosos o arribistas. Decido cortar con estas invectivas y cuelgo para no tener la linea telefónica ocupada en distracciones estériles pues sigo estando de guardia.

17:44 Recibo una llamada del señor notario de la localidad “XXX”. Le informo de que la guardia está siendo comoda y buena; lo que en el ejercito se suele definir como “sin novedades”. Él no es de la misma opinión que yo y le noto tenso. Me tiene que informar (sic) de que se le ha molestado en su casa particular en relación con un testamento a otorgar en su residencia natural (de notario). Añade que quien le ha llamado es la mismísima Presidenta de la Comunidad de Madrid dado que al parecer existe la negativa más rotunda por parte de mi Jefe a atender al padre del señor concejal de “YYY”, un señor de avanzada edad que es exalcalde y hermano del que fuera Subsecretario de Caminos, Canales y Puertos, y que es a la sazón y aún a su provecta edad padrino de la señora Presidenta.

Se atreve a recordarme que al parecer no he atendido tres llamadas telefónicas que se me han hecho en las últimas horas, por lo que me veo en la necesidad de confesarle que viendo que se repetían las llamadas desde el mismo número de abonado en el que moraba el maleducado de antes preferí tirar de orgullo profesional e ignorar a ese malintencionado ansioso de heredar prematuramente. Todo sea por no alarmar innecesariamente a mi Jefe, eso es lo que le digo en suma. Tambien me veo obligado a contestarle que no me consta nada de esto que se dice de los linajes y le insto sin faltar al rango jerárquico que nos separa a recuperar la calma. Trato de convencerle de que debe dejarlo en mis manos pues para eso estoy de guardia.

Me cuelga con malas maneras pero siento que ha quedado impresionado de la impronta de mi autoridad, delegada por supuesto. El ánimo retorna a mí del todo al comprobar que a pesar de todo la pantalla del móvil es legible y que mi vista no es tan mala, o que ésta se ha recuperado con la ingesta de las sardinas (ricas en determinadas sustancias como oligoelementos u omega tres, como pescado azul que son).

18:21 Me llama mi mujer y me dice que un cajero se le ha tragado la tarjeta de crédito. Bendito sea pienso, pero esto no se lo digo. Le comento que estoy sobre ascuas y además, en ese preciso momento, con el bote de leche condensada en la mano, así es que la tengo que colgar. El café, ya frío cuando logro cortar la llamada, no me sienta bien. No crea nadie que una llamada telefónica de mi mujer, por corta que sea, se despacha en menos de diez minutos, tiempo en el que se enfria cualquier cafe.

18:29 Compruebo que se ha agotado la batería del móvil de guardia. Decido releer el oficio del señor Delegado del Distrito por si contiene instrucciones para este imprevisto (durante las emergencias) y veo que no menciona nada. Sí leo, y me extraña, que se indica claramente que las guardias son hasta las dos de la tarde y caigo fulminantemente en la cuenta de que se ha sobrepasado con creces esa hora.

Algo más tranquilo, pero sintiendo todavía el peso de la responsabilidad que se me ha conferido, decido llamar al mismísimo señor Delegado que esta disfrutando de un fin de semana seguramente bien merecido.
Le localizo fuera de Madrid y me dice (seca y entrecortadamente) que está corriéndose una juerga en ciertas bodegas riojanas y que qué coño (perdón) hago todavía de guardia.

Lo entiendo como una confirmación del término de las obligaciones de la guardia. Prefiero no comentarle los incidentes recientes y aplazar hasta el lunes el comentarle a el y a Don Zoilo lo relativo a la llamada de la Guardia Civil y el lio con el padrino de la Presidenta de la Comunidad. Espero que entretanto hayan expulsado del país al moro que (mal) atiende el 112 y que el padrino de la Sra.Presidenta se haya muerto después de haber hecho su testamento ológrafo que es el mejor invento para incontinentes testamentarios.

Cae el telón. Constatado que el tan traido y llevado teléfono móvil no funciona, que no hay cargador para ponerlo a funcionar (cosas que ocurren por comprar móviles de marcas ignotas en tiendas chinas) y que nadie sabe realmente que fijé el cuerpo de guardia en el garaje del chalet de un amiguete que juzgué estratégicamente localizado al pie de la A-1 (por lo que de hecho es improbabilisimo que recibiera visitas de clientes con emergencias; ni siquiera de testigos de Jehová pues veo que tampoco hay timbre en la puerta...), decido llamar a mi mujer e invitarla a cenar con las niñas a un restaurante de comida rápida.

Y siento algo de acidez, por qué será?




sábado, 12 de noviembre de 2011

Personajes en la vida de Don Cosme

-Don Zoilo, su Jefe y modelo en lo profesional y en la vida. Es un notario de edad indefinida aunque mayor del que realmente no tenemos detalles. Su padre se llamaba Don Almiro, y su abuelo, Don Crescencio, ambos notarios, por lo que su estirpe lleva tres generaciones en el notariado.

-Doña Isaura, la esposa de Don Zoilo; mujer de armas tomar;

-la esposa de Cosme; mujer oligofrenica y de poca cultura, pero aún asi bastente frívola; seguidora acerrima de programas de telebasura televisiva; dedica su vida a sus dos hijas;

-los empleados de la notaría en la que trabaja Cosme:
-Loli, atiende el mostrador: mujer no muy joven pero aun llamativa físicamente; aborta un sietemesino;
            -Atance y Piñán, oficiales: son tal para cual, se cubren y se compadrean;
-Lage, el copista: escaqueado impenitente y funcionario frustrado;
-las “chicas de las hipotecas”, dos empleadas con este cometido profesional;

-Otros personajes:
            -Gwendolyn (Wendy), una joven y atractiva inglesa que regenta un misterioso negocio en la planta baja; tiene un perro fox-terrier;
            -Doña Ulpiana Bustos, farmacéutica que regenta la botica enfrente de la notaria;
            -Yenifer, limpiadora de la notaria de Don Zoilo, de nacionalidad boliviana;
         

Centrando el tema y el personaje

"Nos tienen envidia porque España ostenta en sí las mejores características de los demás países europeos: sueldos portugueses, precios alemanes, impuestos suecos, corrupción búlgara, honradez rumana, política italiana, banca albanesa, sanidad británica y engreimiento francés." (Anónimo, aunque Cosme comparte esta reflexión)

Dicho esto no me queda mucho mas que añadir para presentar este "blog" o relato continuado de las vivencias de Cosme Aguado Mingo, un tipo normal, o no, que pertenece a nuestra clase trabajadora, casado, urbanita, meticuloso, romántico, bonachón y mas bien simple. Como oficial de notaría es un vestigio del pasado que se resiste al progreso en todas sus formas.